sábado, 26 de enero de 2013

Paulo Freire sobre violencia familiar

Paulo Freire. Cartas a quien pretende enseñar. Novena carta. Siglo XXI, 1994

"Me acuerdo de una conversación que tuve en particular con una madre angustiada.
Me habló de su niño de diez años al que consideraba "imposible",. "pendenciero",
desobediente, "diabólico", insoportable. "La única salida que me queda es amarrarlo
al tronco de un árbol en el fondo de la casa", concluyó con cara de quien estaba
atando al niño en aquel instante. Y yo le dije:
"¿Por qué no cambia usted un poco su forma de castigar? Observe que no le digo
que acabe de una vez con el castigo. Pedrito hasta se extrañaría si a partir de
mañana usted no hiciese nada para castigarlo. Sólo le digo que cambie el castigo.
Elija alguna manera de hacerlo sentir que usted rechaza cierto comportamiento de él.
Pero a través de una forma menos violenta. Por otro lado usted primero necesita ir
demostrándole a Pedrito que usted lo ama y segundo que él tiene derechos y
deberes. Tiene derecho a jugar, por ejemplo, pero tiene el deber de respetar a los
otros. Tiene derecho a pensar que estudiar es aburrido, cansado, pero también tiene
el deber de cumplir con sus obligaciones. Pedrito precisa límites como todos
nosotros. Nadie puede hacer lo que quiere. Sin límites, la vida social sería imposible.
"Pero no es amarrando a Pedrito, o recitándole un sermón diario sobre los 'errores'
que ha cometido, como usted va a ayudar a su hijo a ser mejor. Para eso es preciso
cambiar poco a poco la forma de ser o de estar siendo dentro de su propia casa. Es
preciso ir cambiando las relaciones con Pedrito para que le cambie la vida a él también.
Es preciso vencer la dificultad de conversar con él."
El padre de Pedrito había abandonado el hogar hacía un año. La madre trabajaba
duramente lavando ropa de dos o tres familias con ayuda de una hermana más
joven. Cuando nos despedimos me apretó la mano. Parecía tener esperanza.
Un mes más tarde ella estaba en la primera fila del salón en la reunión de padres y
maestros. En la mitad de la reunión se puso de pie para defender la moderación de
los castigos, la mayor tolerancia de los padres, la conversación más amistosa entre
ellos y sus hijos, aunque reconociese cuán difícil era esto en muchas ocasiones,
considerando las dificultades concretas de sus vidas.
A la salida me apretó la mano y me dijo: "Gracias. Ya no uso el tronco." Sonrió
segura de sí misma y se fue entre las otras madres que igualmente dejaban la
escuela.
Como contexto práctico-teórico, la escuela no puede prescindir del conocimiento de
lo que sucede en el contexto concreto de sus alumnos y de sus familias. ¿Cómo
podemos entender las dificultades durante el proceso de alfabetización de los
alumnos sin saber lo que sucede en su experiencia en casa, así como en qué
medida es o viene siendo escasa la convivencia con palabras escritas en su contexto
sociocultural?
Una cosa es el niño hijo de intelectuales que ve a sus padres ejercitando la lectura y
la escritura, y otra es el niño de padres que no leen la palabra y que, aún más, no
ven más que cinco o seis carteles de propaganda electoral y uno que otro comercial."