sábado, 10 de mayo de 2014

Una ardua jornada de trabajo



Muchos consideran que mi trabajo es indigno. Otros que es platita dulce, ya que no cuesta nada hacerla. Pero quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra. Permítanme decirles antes que nada, que no es fácil llorar hasta cuatro veces por día. El día que murió Nestor Kirchner tenía otros tres lugares para ir a llorar. Uno era el de un gremialista que fue liquidado en un enfrentamiento entre dos facciones del mismo gremio. Otro, el de un enfermo terminal que había estirado la pata por medicamentos adulterados que no surtieron efecto. Otro era el de un niño liquidado por el paco. Pero el sobre que me había llegado para ir a llorar al ex presidente al Congreso era tan abultado que casi me desmayo al ver semejante paquete; parecía iba a reventar en cualquier momento cual piñata en un cumpleaños infantil.  No podía negarme a tamaño envoltorio lleno de lana. Es así que el inesperado evento requirió la cancelación de mis otros tres pedidos lloratorios, ya que esta ceremonia demandaba de toda mi atención, debido a la repercusión mediática que iba a tener. No iba a pasar como un principiante. No. Eso redundaría en menos contrataciones, y mi carrera de llorón profesional se encontraba en evidente ascenso -juzgando por el elemento sobornífero-. Hasta no llorar a alguien en ShowMatch no paro.

Como todo trabajo, llorar debidamente a alguien requiere preparación y herramientas. Soy casi un artista en lo que hago. De hecho, algunos me preguntan si no quiero hacer plata más fácil todavía trabajando en cine o TV. Por supuesto que siempre contesto lo mismo: nadie te va a pagar en el cine como lo hacen los K para llorar a un militante. Imaginate a un dirigente. Aunque llorar en TV garpa mucho, especialmente durante el prime-time.

Sobre en mano, me dirigí a mi estudio para prepararme. Tiré el paquete en la bóveda junto a los demás, y procedí a llamar a algunos maquilladores profesionales. Para que los lagrimones sean debidamente tomados por la cámara, requiere una base que refleje la luz; de esta forma, la gota que rueda cuesta abajo por los surcos debidamente acondicionados y lubricados de la cara, se ve decorosamente iluminada y es resaltada en todo su esplendor. He recibido críticas muy favorables sobre mi trabajo. A veces parece que son dos gotas las que caen, a lo cual siempre digo que es producto de la brillante tarea de ciertos maquilladores a los que debo ceder parte de mi sobre. Nunca dejo esa tarea a los inexpertos de las productoras de TV. Esta ocasión requería a un Picasso del make-up. Debía maquillarme con un/a estilisto/a de renombre para estar a la altura y que la gota salada ocupe un lugar estelar en la pantalla.

Entre pitos y flautas, habré estado media mañana preparándome para que el moco salte ni bien tenga un primer plano. Preveía una catarata de secreciones glandulares, y a fin de prevenir una deshidratación, tomé recaudos: una damajuana de vino llena de agua mineral -mi actividad es cada vez más profesional, antes le entraba al vino puro, pero la competencia es feroz y por ello debo mantenerme sobrio-. Por suerte había mucho lugar en el Congreso para esconder el recipiente con el líquido de repuesto y evitar así desvanecerme en pleno show; una recaida durante mi trabajo podría disminuir mis contrataciones; en consecuencia, eso significaría menos sobres. Entre los pasillos del otrora derruido edificio, me crucé con la indeseada comptencia: Fuerza Bruta. Esta gente está metida en todos lados, y según la Doctora Carrió, se especializan en funerales. Criaturas despreciables a la hora de manotear un sobre.

Recuerdo con cierta patente (¿o era la frase "bien patente"?) de auto 0km, que casi se me cayó la bolilla de un ojo ese día. Dos lagrimones más y me quedaba ciego. Sin embargo, debido a los comentarios posteriores, tengo la sospecha de que mi trabajo tuvo algunas fallas. Dicen en el ambiente artístico que se notó mucho mi impostada aflicción. No parecía un compungido genuino. El compungidómetro marcó bajo, y el rating se vio afectado.
De cualquier forma, creo que aún tengo mucho por aprender, y cada vez que veo televisión, me siento con más fuerza de seguir adelante ya que muchos no me llegan ni a los tobillos a la hora de tomar un trabajo con el profesionalismo que un buen y jugoso sobre bajo la mesa requiere.


Contrataciones: 0-800-TE-LLORO-TODO-UN-RÍO
                         0-800-Y-TE-HAGO-UN-DELTA

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