martes, 9 de abril de 2013

La titularidad de la solidaridad (registre su rubro)


A la tragedia natural a veces se le suma la miseria humana. Es así como vemos en los días siguientes a una catástrofe cómo se desarrolla una lucha por la apropiación de "la solidaridad". Para algunas personas, la solidaridad tiene dueño. Muchos lo asocian con ONG's, otros con la Iglesia, otros con el poder de las Corporaciones para reuinir voluntades, otros apelan simplemente a "la gente", que como la intervención divina, de repente, se organiza, como esa intervención de la "mano de Dios" en el mercado por parte de quienes rezan junto a Adam Smith; otros creen que es el Estado quien debe intervenir. Pero el problema parece que surge cuando "gente común" aparece con distintivos de organización partidaria. Actualmente existe un residual de las dictaduras militares en América Latina. Es necesario recordar que los miles de desaparecidos y muertos fueron el resultado de un plan sistemático. Como todo plan sistemático, éste tenía un objetivo. Dentro de los objetivos primoriales del genocido perpetrado por las dictaduras (Argentina, Chile, etc), estaba la "desarticulación" de los partidos políticos, atacar la base de la organización social para que no haya resistencia al diseño de una economía en favor de los intereses de quienes idearon tal plan. En el imaginario colectivo pervive la idea de que "organizarse" políticamente es algo malo. Este discurso de la "militancia política" como un agente subversivo continúa presente, aún cuando la subversión ya no forme parte de la estructura de la realidad mundial hoy día. Demonizando la actividad política, un sector de la sociedad -aquel que ha delineado la realidad por años- ha logrado apropiarse de "la solidaridad". Diseñó esquemas permeables como las ONG's (organizaciones no gubernamentales) que reciben fondos "anónimamente" y no están condicionados por interés alguno. Tal es el caso de Greenpeace, Caritas, Unicef, etc. Estas organizaciones han hecho de la solidaridad y los necesitados una marca registrada. Si Greenpeace no lo autoriza, no debe ser bueno (aún cuando Greenpeace tenga su base en Gran Bretaña). Si Caritas no llega a esa gente, es porque no lo necesita. Así, cansados de esperar la ayuda de dichas ONG's que no llegan a todos lados, la gente se "organiza" para atender "sus" problemas. El tema es que cuando lo hace, le quita protagonismo a los "especialistas", a los "campeones" de las cruzadas solidarias. Es natural, entonces, esperar que ciertos monopolios "solidarios" reaccionen ante la actuación de "organizaciones" de pertenencia política (no necesariamente gubernamental), y reaccionan a través de sus voceros, aquellos que deambulan por los medios masivos de comunicación. En la escuela se enseña sobre solidaridad mostrando fotos de Unicef, o Caritas, no de partidos polítcos. Quienes debieran organizar estas cruzadas solidarias, deberían ser "organizaciones inocuas". Por ello también se exalta la "auto-organización" de la gente, sin banderas; porque de esta forma es más fácil capitalizarlos. Esa "auto-organización" sin banderas es gente que no compite con las tradicionales ONG's, son gente que ratifican su existencia, al no oponerle ninguna bandera. Son gente que ante la carencia de una bandera, utiliza lo socialmente aceptado: "las ONG's solidarias." Pero hay otros factores. No sólo las ONG's se han apropiado de "la solidaridad", también lo han hecho los privados. Es así que uno puede ver en las escuelas libros o revistas "auspiciados" por los grupos monopólicos más grandes del país. Así, por ejemplo, medios masivos convocan a una cruzada solidaria y en todo momento le estampan la marca de la radio, o de la televisión. Esta cruzada la organiza "fulano de tal". Al final de la cruzada decimos: "fulano de tal" es un gran tipo (aún cuando fulano no aparezca, aparece el nombre de la empresa de fulano).
Para terminar, no creo que se discuta la legitimidad de la política, ya que ha habido grandes progresos en este sentido durante los últimos años. Se está discutiendo "territorialidad". Aquellos lugares como una universidad, donde nos habíamos acostumbrado a poner carteles de la empresa de la zona en la puerta de entrada, porque la empresa era el mercado y el mercado era Dios, y Dios, se supone, está en todas partes; hoy vemos en su lugar otra estampa, la estampa del Estado, y dentro de ese Estado, las banderas políticas, ese tejido social que no se pudo exterminar hace treinta años.

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